La Reforma electoral que necesitamos en México

Por José Santos Cervantes

El pueblo mexicano, desde la sangrienta conquista que nos impuso la corona española hasta nuestros días, nunca ha luchado por objetivos abstractos, sino por objetivos claros, bien definidos que se pueden resumir en tres: lograr la plena y cabal independencia nacional; instaurar un auténtico régimen democrático y mejorar permanentemente sus condiciones de vida y de trabajo.

Se puede apreciar que estos tres objetivos están intrínsecamente unidos, es decir, ninguno se puede cumplir sin los otros dos. Por tanto, no debe perderse de vista que, la lucha para alcanzar estos tres objetivos debe darse al mismo tiempo, no se trata de privilegiar uno u otro. Por eso la lucha del pueblo mexicano tiene un sentido histórico, no coyuntural.

Sin embargo, al tratar de alcanzar estos objetivos, el pueblo mexicano ha comprendido que no es posible el avance uniforme en los tres, a veces se avanza en dos y en otro se rezaga, o viceversa.

Esa es nuestra experiencia histórica. En el siglo pasado, después del triunfo del movimiento armado iniciado en 1910, quedaron plasmados estos tres objetivos en la Constitución de 1917 y por esta vía se avanzó en el terreno de la recuperación de las riquezas nacionales que estaban en manos privadas extranjeras y nacionales y en el mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo del pueblo.

Sin embargo, en el terreno electoral privaba un régimen profundamente antidemocrático, en donde la clase trabajadora de la ciudad y del campo estaba sojuzgada por el partido de Estado, el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Esto se agravó, con el arribo a partir de 1982, de los gobiernos neoliberales, tanto del PRI como del Partido (de) Acción Nacional (PAN) y sus aliados.

Los gobiernos neoliberales echaron abajo una gran parte de los avances hasta entonces alcanzados en cuanto a la independencia y soberanía nacionales y también sumieron en la miseria y pobreza a la inmensa mayoría del pueblo; al mismo tiempo, impusieron la dictadura neoliberal a través de un sistema de partidos funcional. Un sistema de partidos con apariencia pluripartidista que, sin embargo, en realidad era unipartidista.

El único partido que se había mantenido firme desde el punto de vista ideológico y político, representante genuino de la clase trabajadora, el Partido Popular Socialista (PPS), ahora Partido Popular Socialista de México (PPSM), fue borrado del escenario electoral en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari mediante el fraude electoral.

Desde entonces, los partidos políticos se convirtieron en uno u otro grado al neoliberalismo, solo con diferencia de matices, hasta el año 2015 en que logra su registro electoral, como partido político nacional, el Movimiento de Regeneración Nacional (morena), bajo la dirección y guía política del Lic. Andrés Manuel López Obrador, actual presidente de la república.

Morena, logra conjuntar todo el hartazgo del pueblo mexicano y el 1 de julio de 2018, propina una soberana derrota a los tres principales partidos políticos neoliberales: pri, pan y Partido de la Revolución Democrática (prd).

Pero morena —que no podría haberse constituido de otra manera, más que partido es un movimiento pluriclasista— fue muy útil para quitarle a los neoliberales la titularidad del Poder Ejecutivo y la mayoría en el Congreso de la Unión.

Sin embargo, el triunfo electoral de 2018 ha traído consigo nuevas y enormes tareas para hacer realidad lo que el presidente López Obrador llama la Cuarta Transformación de la vida pública de México. Una de ellas es la referente al régimen democrático que no solo es necesario ampliar sino garantizar para el pueblo mexicano y que mandata una de las tesis filosóficas del artículo tercero constitucional al considerar: «a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”.

Parafraseando al presidente López Obrador que expresa: «solo el pueblo puede salvar al pueblo», que después enriqueció con: «solo el pueblo organizado puede salvar a la nación», se desprende que el pueblo, mayoritariamente conformado por la clase trabajadora del campo y la ciudad, para salvarse a sí mismo y para salvar a la nación debe estar organizado, política e ideológicamente.

Es decir, debe conformar sus organizaciones políticas de clase, superar el pluriclasismo, definir su ideología, su programa de gobierno, su plataforma electoral.

Para que esto no pase de ser un acto simbólico, testimonial, debe participar en la lucha electoral, pero en las actuales circunstancias, los obreros, los campesinos, los intelectuales progresistas, tienen las puertas cerradas dentro del actual sistema de partidos: uniclasista, excluyente, dictatorial, oneroso, corrupto e ineficiente.

Por tanto, se requiere luchar por una reforma electoral que vaya acorde con los cambios que está imponiendo la Cuarta Transformación: incorruptible, austero, pero profundamente democrático.

Cuáles deben ser las condiciones fundamentales que debe cumplir la reforma electoral dentro de la Cuarta Transformación:

1. Garantizar que la clase trabajadora de la ciudad y del campo pueda competir electoralmente en igualdad de condiciones, con los candidatos de la burguesía.

2. Eliminar el financiamiento público y privado.

3. Que los partidos políticos estén obligados a presentar, para cada proceso electoral, sus propuestas programáticas. Sin estas medidas, el riesgo de que la Cuarta Transformación de la vida de México se detenga o retroceda, es mucho mayor.

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